El infierno está empedrado con buenas intenciones. Mucho se ha hablado y se habla de la excelencia y de los cambios que se han introducido o se deben introducir en las universidades para lograrla. Pero los grandes objetivos y las grandes reformas no deben impedirnos ver los problemas que lastran el funcionamiento de la universidad en el día a día. Y no deberían desanimarnos de intentar solucionarlos o, al menos, reducirlos.
La implantación del Plan Bolonia "ha producido considerable fatiga y tensiones en el sistema universitario español", pero, reconocido esto, es preciso también "llamar la atención sobre la enorme e innecesaria burocracia que se ha generado invocando el Plan Bolonia pese a que nada tiene que ver con él. La actual burocracia de la universidad española no constituye un problema menor que pueda ignorarse: implica un enorme despilfarro de tiempo, medios y financiación". Estas afirmaciones forman parte del informe que la comisión de expertos para la reforma del sistema universitario español presentó al Ministro de Educación en febrero de 2013. Estas afirmaciones forman parte de la percepción que muchas personas tienen de la realidad que impera en la universidad en que trabajan.
Dos aspectos se pueden distinguir en la saturación de burocracia que padece la universidad. Uno es la posibilidad de que se genere más gestión y más burocracia con la finalidad –siquiera sea en parte- de proporcionar oportunidades para la adquisición de méritos por el desempeño de estas responsabilidades. Otro es la generalización de una tendencia –que a veces parece peligrosamente creciente- de acumulación de funciones burocráticas, relacionadas o no con el primer aspecto, de dudosa necesidad y que dan lugar a lo que el informe mencionado denomina "la actual PASificación del PDI que, desde hace años y al amparo de las mal llamadas 'nuevas' tecnologías, está asumiendo cada vez más funciones administrativas que no le son propias". Este último es el problema a que nos referimos en esta página.
La consecuencia es que se pierde tiempo y energía de personas cuya preparación y vocación se dirigen a la docencia y la investigación, que se produce frustración en estas personas y que de todo ello, muy probablemente, resulta que se pierde calidad en los trabajos que justamente son propios de la institución universitaria y que justifican su existencia.
¿Es posible revisar los procedimientos para disminuir sensiblemente los papeleos, reuniones y gestiones diversas que consumen una considerable y valiosa parte del trabajo de tantos profesores e investigadores? ¿Es posible conseguir una mayor profesionalización de las tareas de la gestión universitaria? ¿Es posible simplificar el laberinto de procedimientos, actividades, unidades, oficinas, órganos, comisiones y consiguiente acumulación de ingentes cantidades de información y obligaciones burocráticas capaz de enloquecer al santo Job?
Y finalmente: ¿seremos capaces de abordar esta tarea sin para ello engordar a la ya monstruosa serpiente burocrática con más procedimientos, unidades, grupos de trabajo y cargas de gestión que conviertan el intento en una broma cruel de nuestro irónico y fatal destino?
Sindicato de Empleados Públicos (SEP). Universidad de Alicante. Septiembre de 2014.